lunes, 25 de julio de 2011

Rolling Stone Argentina habla del concierto de Avril Lavigne en su país

En este momento -es decir, a pocas horas del show que acaba de brindar ante un estadio Malvinas Argentinas desbordante- Avril Lavigne tiene sólo 26 años. Y aunque ése parezca un dato casi insignificante, no lo es tanto cuando se cae en la cuenta de que esta canadiense ya lleva diez años en la música y nueve desde que editó su primer disco, Let Go, con el que vendió el numerito de 16 millones de unidades. Entonces sí, es de esperarse que una persona que lleva casi un tercio de su vida haciendo lo que hace lo haga así de bien, así de calculado y así de profesional. Puro oficio.

La prolijidad quizá sea el rasgo principal de la música de Lavigne. Queda demostrado en una balada somnífera como “When You’re Gone”, o un himno teen como “Complicated”, o incluso un punk-pop pegadizo como “Sk8er Boi”: todo suena limpio y radiable, apto para el consumo adolescente. Con un telón de terciopelo bordó como única escenografía, Avril se puso al servicio de un Greatest Hits imaginario, en el que no faltaron temas de ninguno de sus discos, desde el ya mencionado Let Go hasta el reciente “Goodbye Lullaby”. Desde el arranque con “Black Star” hasta el final que llegó una hora y media después (con canciones como “Alice”, “Wish You Were Here”, “Girlfriend”, “Smile” “What The Hell” y más), el público mayoritariamente femenino no dejó de cantar ni un solo momento, con un despliegue de gritos agudos mayor al recomendado para no perder la audición.

La banda es la que se encarga (por momentos, claro) de darle entidad rockera al show, aunque la cantidad de público que apenas llegaba a los dos dígitos de edad y el número de padres esperando a la salida, hicieran parecer que más que un recital se trataba de un paseo por el Abasto en vacaciones de invierno.

Y entre tanto agite calculado, pose ensayada y movimientos coreografiados, ¿qué ofrece el show de Avril para aquellos que oficiaron de acompañantes o que -sea por el motivo que sea- estuvieron ahí? Poco. Dejando de lado su potente y afinada garganta y esa belleza de la que es muy conciente (aunque, Avril, ¿usar una remera con tu propia cara no es demasiado?), ese metro y medio de pura cepa canadiense cumple y se va, sin dar lugar a la emoción, o a la sensación de estar viendo a una artista que, además de cantar bien, es capaz de generar admiración o reconocimiento entre aquellos que no la siguen. Lo de Lavigne es otra cosa, es darle al fan lo que quiere ver, la sonrisa que espera en el momento justo, y la canción exacta para asociar con algún momento importante de la vida. Y aunque nueve años sean más que suficientes para cambiar de etapa, está claro que en la banda sonora de su juventud muchos cantarán por qué la adolescencia tuvo que irse, y volverse todo tan complicado.




Fuente: Avrilcolombia

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